EL SANTO DEL MEDIO SIGLO
Una de las características especiales de esta primera mitad de siglo es
precisamente la preocupación por saber cuál ha sido el hombre del medio
siglo. La revista «Times», en la misma entrega en que publica la última
ecuación del sabio judío, Albert Einstein, proclamó el nombre de
Winston Churchill como el del hombre a quien corresponderá la gloria
de simbolizar el trayecto de tiempo comprendido en los últimos
cincuenta años. Nuestra revista «Semana», por su parte, cumpliendo
acaso con la obligación de parecerse en todo a la citada norteamericana,
ha hecho también su elección, con la pequeña y muy significativa
diferencia de que se ha decidido por el nombre de Einstein. Resulta
realmente difícil, en las condiciones del mundo actual, precisar el
criterio con que las dos publicaciones realizaron la respectiva elección.
Mr. Churchill, desde un punto de vista estrictamente humano,
le lleva al sabio judío la ventaja de merecer el título disputado sin
haber dejado de ser un inglés común y corriente, como cualquiera de
los innumerables que sirven a sus majestades británicas.
Desde los primeros instantes del siglo actual, Einstein empezó a modificar
la mentalidad humana a base de puros garabatos matemáticos, en
forma que resulta casi mitológica, salida de la órbita prosaica del
mundo moderno. Churchill, en cambio -siendo el hombre del medio
siglo-, llega a la posesión de su gloria desprovisto de cualquier instrumento
que pueda parecer extraño o divino a sus contemporáneos.
La obra de Einstein es producto de la genialidad. La de Churchill lo es de la
buena digestión. Y, por ese aspecto, se parece mucho más a lo que el
hombre corriente del medio siglo hubiera querido ser.
Mientras el jefe de la oposición en el parlamento inglés pisa el suculento
meridiano de la gastronomía, el genial creador de la relatividad
se abstiene, con una pudibundez indigna de la época, de comer carne
de cerdo. Mientras Churchill participa de la delicia escocesa de un buen
whisky, Einstein no se permite una embriaguez distinta a la que resulta
de los abismos matemáticos. Y, humanamente, la diferencia es fundamental
para constituir el símbolo de los cincuenta años.
Si algo hace más envidiables los setenta y cinco años de Churchill que
el siglo inminente de su compatriota Jorge Bernard Shaw, es precisamente
ese aprovechamiento que de sus facultades humanas ha hecho
el primero de los nombrados. No habrá él escrito el considerable tonelaje
de comedias que le sirven de soporte a la gloria del magistral
humorista irlandés, pero es casi seguro que la mayoría de los hombres.
actuales preferiría los clásicos tabacos, el whisky con soda -y sabe
Dios ¡qué otras cosas!- propios de Mr. Churchill, a los resabios propios
de Mr. Shaw. Humanamente, valen más setenta y cinco años sin
abstinencia de ninguna clase, que noventa y tantos vestido de chino
en una residencia de Ayot. St. Lawrence, temblando de emoción vegetariana
ante un plato de espárragos.
De allí que nos parezca más acertada la opinión de «Times» que la de
«Semana», con todo y lo respetable de esta última. Tal vez se deba
ello a nuestra convicción de que Churchill llegará a ser un santo a la
manera de Salavin -el aprendiz de Duhamel- aunque Einstein llegue a
serlo a la manera de San Francisco de Asís. Entre los dos sistemas de
ganar la santidad, el de Churchill es, sin duda, el que está más de
acuerdo con el medio siglo que acaba de cumplirse.
UNA MUJER CON IMPORTANCIA
Cuando Eva Duarte y Juan Domingo Perón se echaron al cuello la soga
conyugal, ella no era sino el borroso recuerdo de una película mediocre.
Libertad Lamarque había realizado toda una galería de desmayos
oportunos y espectaculares, antes de que la actriz del segundo
plano -con unos ojos enormes e inteligentes y una sonrisa desproporcionadamente
frutal- pasara a interpretar los episodios centrales
de esa otra gran película aparatosa que es el actual gobierno argentino.
La luna de miel de Eva y Juan Domingo, fue casi un golpe de estado
a los prejuicios de la alta sociedad americana y una oportunidad
que recibía la desposada para demostrar que su capacidad interpretativa
podía ir más allá de las insignificantes tragedias cinematográficas.
De la noche a la mañana -para usar un término original- Eva descubrió
que su gabinete de estrella secundaria era reemplazado por un
militarizado gabinete ejecutivo, y que su papel de comediante sin
oportunidad pasaba a ser un papel preponderante en la peligrosa y en
ocasiones ridícula trama de la opereta oficial.
En esa forma, y para seguir siendo una mujer con importancia, mientras
los otros matrimonios comunes y corrientes se dedicaban al vulgar
entretenimiento de la vida de casados, Eva y Juan Domingo se entregaron
por entero al apasionante y codiciado deporte de convertir los
tremendos problemas -de estado en sencillos pasatiempos conyugales.
A la vuelta de pocos meses, el mundo empezó a darse cuenta de
que Eva era, ella sola, un tratado completo de derecho administrativo,
corregido y aumentado por los caprichos de su carácter ejecutivo,
de su voluntad legislativa y de su inteligencia judicial.
Vino después, como segundo acto, la famosa correría de Eva por Europa.
En un aparatoso gesto de demagogia internacional, despilfarró
en el proletariado de Italia -más por espectacularidad que por sentimiento
caritativo- casi todo un ministerio de Hacienda. En España, los
cómicos estatales la recibieron con un entusiasmo de colegas magnánimos.
Y como en Inglaterra la aristocracia estirada y gotosa se negara
a recibir su embajada de hermosura y publicidad, Eva hizo un discreto
mutis diplomático y regresó a su camerino nacional con el alma puesta
en su armario, a saborear el orgullo que debe quedarle a quien se
siente despreciado nada menos que por toda la realeza británica, en
sala plena.
Después de lo dicho, Eva se convirtió en una de las mujeres más interesantes
del mundo actual, así no compartamos la ideología y los sistemas
puestos en práctica por su marido. Hoy -según las alarmantes
noticias del cable- Eva es una mujer tan segura de sí misma y de una
personalidad tan definida, que ha sufrido, en público y sin avergonzarse,
un ataque de apendicitis aguda. Grave ataque, que debe haberse
convertido ya en una especie de enfermedad nacional, con obligatoriedad
garantizada por medio de decreto ejecutivo para todos los ciudadanos
de la Argentina.
De la intervención médica que necesariamente ha de venir, Eva saldrá
tanto más bella cuando que se aproxima, cada vez más, a un estado
de simplicidad ideal. Con apéndice o sin ella, esta Eva Duarte de Perón
seguirá siendo la mejor primera actriz de la comedia americana, gracias
a cuya inteligencia la vulgar y proletaria apendicitis ha sido elevada
a una alta jerarquía de dolencia presidencial.
Enero de 1950 (« La Jirafa», por Septimus; El Heraldo, Barranquilla)
Gabriel García Márquez
Recordatorio:
Artículo
periodístico,
es un escrito de amplio
contenido. Se interpreta, valora o explica ideas o hechos
actuales con convicción de quien escribe, tiene subjetividad
Características:
Claridad.- Escribir
para que lo entiendan. Exposición puntual de los hechos.
Concisión.- Utilizarse palabras significativas y justas
Contenido Significativo.-Vocabulario
extenso para da sentido y significado al texto.
¿Cómo comenzar a escribir un
artículo periodístico?
1- Tema de tu interés
2- Recolectar la mayor cantidad de información.
3- Vocabulario amplio, pero
sencillo, cotidiano no palabras "rebuscadas"
Estructura básica de un artículo:
1.- Título descriptivo
Será lo
suficientemente interesante como para adelantar sobre lo que se va
a encontrar. Detalles precisos
2.- Párrafo de entrada o
entradilla
O lead, es el
primer párrafo, debe proporcionar información clave o destacada. - A lo largo del texto debe contestarse las seis
preguntas esenciales del periodismo:
qué (what),
quién (who),
cuándo (when),
dónde (where),
por qué (why) y
cómo (how).
- Debe utilizar el esquema de la pirámide
invertida; comenzar por las oraciones más importantes para terminar con las secundarias.
3.- Desarrollo.- Párrafos cortos.- Serían
tres o cuatro (3 o 4) líneas por párrafo.
Uso de listas.- Una
serie de elementos relacionados entre sí,
4.- Conclusión.- Debe resumir apropiadamente lo escrito.
- Revisar
el artículo
- Dividir
los párrafos demasiado largos
- Reescribir
si es necesario
Luego de leer detenidamente los artículos expuestos, considere la estructuración de oraciones, ideas de contraste y conectores utilizados; a más de la estructura y características propias de un artículo. Luego decídase a escribir su propio artículo.
Adelante.....Buena suerte....
(extensión sugerida seis a ocho párrafos)